Hoy te escribo a ti, la primera o la única que se merece esto y la verdad ya iba siendo hora. No espero respuesta, no espero comprensión, no espero nada, simplemente tenía que decirlo y que me escucharas.
Hoy te pido disculpas por muchas cosas, hoy...
Te pido perdón por haberte insultado, malherido, odiado...
Te pido perdón por inventarme complejos que te caracterizaban y que ni siquiera existían.
Te pido perdón por el hecho de querer quitarte del medio tantas veces hasta llegar al punto de casi conseguirlo.
Te pido perdón por olvidarte y dejarte de lado sólo porque veía siempre a los demás más importantes que a ti.
Te pido perdón por menospreciarte, no saber valorarte, no ver tu arte entre tanto caos...
Perdón a ti, que siempre me has dado segundas oportunidades cuando no merecía ninguna; perdón por juzgarte y hacerte artífice de todos los problemas y errores acontecidos.
Disculpa por olvidarte y rechazar tus consejos, por abandonarte en lo más profundo y luego volver cuando no quedaba nada; en hacerte promesas que nunca llegué a cumplir; en dejar todo a medias... Tú a cambio, siempre has estado ahí sin importar nada. Has sido fuerte, valiente y paciente.
Le has echado ganas. Me has echado ganas.
(...)
Sé que no es fácil convivir conmigo, que he cambiado mucho, que todavía hay que perfeccionar bastantes trazos. Sin embargo, no pierdes la esperanza y cada vez que te (me) miro al espejo, siempre guardas una enorme sonrisa para mí.
...gracias.