miércoles, 26 de julio de 2017

20 años

"No somos víctimas
 ni un número más 
donde la prensa diga que nos hemos hallado "muertas".
Somos supervivientes, luchadoras... somos MUJERES"


Con tan solo 20 años son numerosas las experiencias que llevo impregnadas en mi piel. Cicatrices que no se ven, que nadie sabe, que nadie se para a conocer. 

Soy una chica normal, de una ciudad normal, con una vida "normal" y con un lío mental que aún no me aclaro; no es la primera vez que intento escribir sobre este tema, ni tampoco será la última. A pesar de ello, quiero aclarar al lector que iré escribiendo por partes ya que no es tan fácil transcribir en palabras todos aquellos recuerdos, sentimientos y vivencias que he ido experimentando. Con esto, no pretendo ser ejemplo de nadie, tampoco tengo la esperanza de que mucha gente me lea y comprenda las vueltas que puede dar la vida. No me importa. No busco afán de protagonismo ni darle pena a la gente; solo quiero, que tú como lector/a leyendo estas líneas sepas que soy fuerte, que lo he sido y lo seré, así como todas aquellas mujeres que han estado en mi situación, lo están o simplemente le pueda servir esta aportación para que no pasen por un infierno similar. 

Gracias por prestarme unos minutos de tu tiempo.

Gracias por dejarme aportar este granito de arena.

(...)

Nací en un pueblo de costa y ya desde pequeña supe que no era muy corriente lo que se vivía en casa. Sin embargo, te acabas acostumbrando a llevar una vida basada en humillaciones, golpes, insultos constantes y aquello a lo que llaman "bromas". Puede sonar duro pero... te acabas acostumbrando. No recuerdo ningún momento de felicidad plena siempre que estuviera mi padre ya que de un momento a otro saltaría con algún "como me levante te voy a dar una paliza" o "eres una puta/rasera/asquerosa/guarra..."; cualquier insulto era válido siempre que lo dijera con desprecio. 

Recuerdo esconder mi cabeza entre mis brazos cada vez que alguien alzaba la mano, lo tenía ya como acto reflejo de todas las veces que me había pegado ya. Me costó mucho quitarme esa costumbre incluso cuando ya no habitaba en mi casa; lo mismo me sigue pasando con darme autoestima y con las pesadillas que tengo regularmente con él. Al fin y al cabo es comprensible... han sido diecisiete años viviendo una tortura, donde te han convencido que eres lo más inútil que ha podido existir en la tierra y que no te mereces nada ya que incluso la propia basura tiene más derechos que tu. 

Me he sentido esclava de mi propia casa. Pareciera como si de una soga se tratase, la cual te va apretando más y más y más... no puedes respirar, no puedes vivir, no eres persona.